Frente al inexorable cambio cultural al que nos empuja una rutina colmada de apuros y donde perdemos -con nostalgia- memorias y sabores de otras épocas, surgen propuestas que invitan a recorrer esas tradiciones, revalorizando productos y modos de cocción. Aquellos tiempos en donde la cocina era el centro de reunión de la familia y los afectos.
La Cantina de Talleres, ubicada en Godoy Cruz, Mendoza, nos propone un viaje hacia los sabores de la abuela y esa comida con raíces españolas e italianas que se preparaba durante largas horas en los hogares que alguna vez habitamos en nuestra infancia.
“Las costumbres han cambiado y ya no hay tiempo suficiente para este tipo de elaboración”, destaca Horacio Clérici, propietario de la cantina.
Esta es la razón de ser de este espacio que combina arte y gastronomía de manera perfecta. La idea es revivir aromas, sabores y momentos que nos sean familiares y de este modo, transportarnos a lugares de disfrute y alegría.
Recetas tradicionales, productos autóctonos y por supuesto, siempre el vino como compañero indispensable en esta aventura gastronómica.
Infalible: ñoquis y vino tinto.
-¿Cómo nace “La Cantina de Talleres”? ¿Cuál es la esencia de este lugar?
Todo surgió hace cinco años junto a unos amigos y quisimos crear un espacio donde la propuesta tenga que ver con la comida casera y criolla. Tiene que ver con la comida de la niñez, lo que hacía mi madre y mi abuela.
Y más allá de la gastronomía, el objetivo fue crear un espacio donde confluya la música, los libros y una exposición permanente de obras plásticas de artistas locales.
-Pensando en esto de rescatar sabores tradicionales y de la comida casera, ¿cómo es la propuesta que ofrecen?
Básicamente, lo que proponemos acá tiene que ver con la comida española e italiana. Lo que hemos vivido de niño. Ni más ni menos que eso. A partir de ahí empezamos con una cocina que tiene que ver con lo criollo.
Todo lo hacemos con productos elaborados por nosotros y con largas cocciones. Queremos que nos identifiquen como un lugar de comidas caseras y criollas. Y al sumarse los artistas y los amigos le dio condimento especial.
Buscamos que la gente venga y disfrute, no solo de un plato casero, sino de todo un concepto. Es decir, un pequeño espacio de cultura: comida y arte.
Horacio Clérici, propietario de la cantina.
-Contanos de los platos que elaboran, ¿qué le recomendarías a alguien que viene por primera vez?
Tenemos varios platos, pero la gente se inclina por la carne a la olla, el pollo al disco, el vacío, la tapa de asado. En definitiva las carnes y las pastas que van con salsas muy buenas que preparamos con mucho tiempo.
Después, durante la semana, tenemos menús diarios como el puchero, el “tuco” de pollo, el mondongo. Y en invierno, los locros, las lentejas que ya se han transformado en clásicos de la casa.
-¿Cuál es tu visión de Mendoza como polo gastronómico dentro del país?
Sin lugar a dudas la cocina de Mendoza ha crecido muchísimo. Llevamos más de 20 años de un cambio profundo, ya sea en las escuelas de gastronomía como en el vino que ha sido fundamental en toda esta movida. Hay muchos lugares que proponen excelentes comidas en Mendoza.
También, debemos reconocer que desde hace un tiempo, la vida de las personas ha cambiado mucho y ya no hay espacio para dedicarle a la cocina. Y la cocina, como tantas cosas, necesita tiempo, dedicación y exclusividad.
Nosotros quisimos hacer este tipo de comidas. Como lo hacían mi madre y mi abuela que se dedicaban muchas horas elaborar alimentos.