No vamos a negar que el vino viene a darnos alegría, disfrute y placer. Probar y degustar es una experiencia maravillosa, algunos sólo disfrutan del beber, y a otros, les gusta analizar cada copa. Ambos consumidores buscan que el vino sea parte de un agradable momento y que acompañe situaciones placenteras. Pero, qué pasa cuando el vino no nos gusta, ¿siempre que un vino no nos convence la culpa es de él?
En muchos casos, es normal opinar acerca del vino que se ha descorchado, comentar sobre sus colores, concentración, sus lágrimas, el brillo, la vivacidad, el perfume de sus aromas, la expresión de las frutas, los taninos, el cuerpo y un largo etcétera.
Mientras tanto, frases como “que rico vino”, ”me gustó este vinazo”, “delicioso varietal” o “exquisito blend”, son algunas de las expresiones positivas que van fluyendo en una charla.
Por otro lado, sucede también que hay opiniones tales como, este vino “no me gustó nada”, “es muy suavecito”, “no lo tomo más” “esto no es para mí” como para citar algunos ejemplos.
Entonces, cuando el vino nos gusta es fantástico porque significa que cubrió o sobrepasó las expectativas y nos brindó placer. En cambio, cuando el vino no nos gustó, solemos “culpar” al vino con “le falta frescura”, “no tiene fruta”, “se les pasó la madera” “está muy alcohólico” “es muy caro” y demás referencias en busca de una justificación.

Es importante considerar el entorno y otros factores antes de criticar un vino.
El “No sos vos, soy yo” es una linda referencia a la situación comentada, más allá de que dicha frase la asociamos a situaciones sentimentales, que hemos utilizado o sufrido para salir elegantemente de una relación.
En el contexto del vino, es entretenido que pueda gustarnos un vino mucho más que otro, por lo que el planteo es ¿por qué siempre que un vino no nos convence la culpa es del vino? ¿Es que acaso nunca contemplamos la posibilidad de que nosotros no estemos bien dispuestos a disfrutar de las características de una copa de vino?
Probablemente bebemos en un entorno inadecuado, o compartiendo con personas no agradables, o estados de ánimos adversos, cansados, enfermos, de malhumor; porque no, un plato de comida desacertada, o algo tan simple como ganas de no beber.
Muchos son los factores pueden alterar nuestra percepción, y es importante tenerlo en cuenta antes de criticar o no darle otra oportunidad al vino, porque una de las causas puede estar allí, en nosotros. Todos los vinos están pensados para darnos distintos placeres, quizás hay momentos en lo que no estamos listos para recibirlos, por ello, en el maravilloso mundo de los gustos personales, no siempre la culpa es del vino.
¡Salud!

*Por Luis Mantegini. Sommelier. Lic. en Turismo. Comunicador. Especial para El Descorche Diario.
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