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José Kemelmajer estrenó sala propia y obra.
  • Teatro
  • 16 septiembre, 2022

«Salvavida»: rescatados por el deseo

Con el estreno de la obra inauguró Casa Teatro, la sala de José Kemelmajer en la residencial Sexta Sección. Un espectáculo tan sensible como refinado.

Desde la costa un viejo lobo de mar contempla el océano. Con la sabiduría de haber nadado de una orilla a otra durante treinta años se regala la pausa de la observación, reflexiona sobre sí y sobre su relación con la escena. Ese es José Kemelmajer en Salvavida. Una excusa que lo muestra como actor experto, guionista reflexivo y puestista diligente. Una obra que nos abre las puertas de su hogar para reconocernos y encontrar juntos el horizonte.

Por la vereda de calle Aguado, en la residencial Sexta Sección, nada nos alerta sobre la sala recientemente inaugurada. Entre Coronel Rodríguez y Olascoaga a pasos de una de las tantas verdulerías que abundan en la zona, está la casa del también odontólogo, también profesor, también deportista, músico, cineasta, productor, etc., etc. Desde ahora CasaTeatro.

Salvavida: una obra que nos abre las puertas de su hogar para reconocernos y encontrar juntos el horizonte.

Y si antes no sospechábamos que en el lugar habita el arte, apenas ponemos un pie en el patio interno, los detalles (disimulados o expuestos) nos adentran en el mundo de José. A la izquierda, bajo la escalera metálica un par de bicicletas de reparto sueltan pistas de su pasión por las dos ruedas. Ya en el living, a la derecha, una biblioteca –repartida entre los herederos- conserva Las de Barranco en la antigua edición Kapelusz. Escoltan al mueble dos bustos, uno con antiparras de natación y el otro -creo recordarlo- con casco. Encima una raqueta de tenis vintage de las de aro de madera y al medio, un álbum de los Beatles.

Tenue, armonizando la charla del público para que ninguna conversación se imponga entre los presentes, suena una playlist de Norah Jones. Otra sutileza de buen gusto que se conjuga con pizza, brindis, helado y masitas en víspera de la función.

En la calle Aguado de la Sexta, la ahora «CasaTeatro» abre sus puertas. En el living, una biblioteca escoltada por dos bustos.

El quinto elemento

Durante los 60 minutos que dura el espectáculo sobrevuela la pregunta ¿Qué nos saca a flote en medio del temporal? Ese interrogante está planteado a través de las vivencias de cuatro personajes: Aron, rescatado por la música; Lalalo, por el amor; Willy, por el agua y Federico apasionado por la danza.

La vigorosa composición de cada uno tiene correlato con los cuatro elementos de la naturaleza. En una esquina del escenario el polvo es metáfora de dónde venimos y hacia dónde vamos. En la otra, el agua referencia al líquido amniótico que nos acuna. El aire, tangible en un soplo de flamenco y el fuego tácito en la llama que moviliza los deseos.

El quinto elemento es José Kemelmajer, el intérprete que nos devuelve nuestro reflejo con de la técnica del espejo para mostrarnos dónde estamos parados cuando el mundo se nos pone patas para arriba. Del mismo modo, él concibe el trabajo orgánico que va de los pies a la cabeza dejando que el impulso vital determine la acción. Como un regreso a la infancia en el contacto menos racional y más visceral. Como si “todos los días un poquito” José hubiese hecho la vertical.

La maroma emocional nos mantuvo bien arriba.

En la historia de Arón, el ucraniano mueblero, deja entrever sus orígenes en flash back al abuelo paterno. Va directo a la nostalgia tanguera, a la importancia de reconocer en la historia familiar por qué tenemos ciertas vocaciones heredadas.

Con Lalalo, un rengo tartamudo chileno, recupera efectivamente los modismos que apreciamos en Sudá América (otro de los espectáculos de su autoría). Acá es el matiz perfecto para que el espectador suelte la carcajada, para que él meta alguna comidilla de actualidad política total se actualiza constantemente.

Mientras Lalalo sigue embelesado por la Mica, en un desopilante desdoblamiento, nosotros no podemos dejar de reír repasando una guirnalda desplegable de 25 hermanos parientes con las caricaturas de Condorito, Garganta de Lata incluido.

¿Solo se trata de vivir?

La maroma emocional que nos mantuvo bien arriba, en minutos bucea en lo hondo escarbando el deseo por la muerte. Tema tan tabú como el suicidio. La delicadeza con la que resuelve el guion Kemelmajer lo potencia en lo poético narrando la historia de El Willy.

Sin golpes bajos, Salvavida nos invita a que vayamos a vernos en el reflejo de lo humano.

Entre los precisos elementos escenográficos, un cajón peruano discretamente camuflado es el instrumento que termina de zamarrearnos en la interpretación de Federico, el bailaor. La danza como expresión primitiva, la danza que libera de cualquier prejuicio.

Sin golpes bajos, sin manipulación del sentimiento, Salvavida nos respeta como espectadores. Nos invita a que vayamos a vernos en el reflejo de lo humano. Quedamos tan movilizados que ya fuera de CasaTeatro arriba del auto parece que la radio se ha confabulado en la canción de Wos. Está sonando “cuando el destino se pone austero/ sale al rescate lo verdadero”.


Ficha técnica

Funciones: Viernes y sábados a las 21 (confirmar función)

Sala: CasaTeatro. Aguado 241, 6xta Sección, Ciudad

Reservas: +54 9 2615 5998720

La entrada incluye pizza, vino, helado y pastelería.

Guion, actuación y puesta en escena: José Kemelmajer

Asistencia de dirección: Santiago Silva

Escenografía: Belén Oviedo

Diseño gráfico: Gonzalo Berrondo

Música y sonido: Borbón, Kemelmajer, Silva

Registro audiovisual: Tamara Segovia y Yasmín Zavaroni

Asistencia técnica y de sala: Silva y Oviedo

Asistencia General: Yami Roldán

Producción: Jako producciones


*Periodista especializada en arte y espectáculos. Especial para El Descorche Diario

Contacto Ig: @criticaenfunción / correo: criticaenfuncion@gmail.com