Durante su visita a Mendoza, la enóloga italiana Rebecca Bodon presentó la tecnología Libero Wines de Omnia Technologies Group, dedicada a la elaboración de vinos desalcoholizados. En diálogo con El Descorche Diario, analizó el crecimiento del segmento, sus desafíos tecnológicos y la percepción en mercados tradicionales.
La categoría de vinos desalcoholizados o de baja graduación alcohólica crece a paso firme en los mercados más dinámicos del mundo. Impulsados por nuevas generaciones de consumidores que priorizan el bienestar, la salud y la moderación sin renunciar al disfrute, estos productos plantean un nuevo desafío para la industria vitivinícola.
Según algunas estadísticas recientes, los vinos sin alcohol ya representan cerca del 3 % del mercado total en Europa y el 4 % del volumen global de bebidas alcohólicas, con tasas de crecimiento que rondan el 7 % anual. Se estima que para 2030 el valor del mercado global supere los 4.000 millones de dólares.
Lejos de ser una moda pasajera, se trata de una diversificación del consumo que requiere, además de visión comercial, desarrollos tecnológicos de vanguardia. En este contexto, la empresa italiana Omnia Technologies Group —especializada en soluciones para la desalcoholización de vinos— presentó en Mendoza junto a Della Tóffola Argentina, su innovadora tecnología Libero Wines. A cargo de la presentación estuvo la enóloga italiana Rebecca Bodon, con quien dialogamos para conocer el presente y futuro de esta categoría que promete cambios en la forma del consumo del vino.
Rebbeca Bodon junto a Davide Carlet, principal desarrollador de Libero Wines.
-Rebecca, gracias por tu exposición. Para comenzar, ¿cómo está hoy el panorama del vino sin alcohol a nivel mundial? ¿Cuál es tu visión sobre este segmento?
-El vino sin alcohol es algo relativamente nuevo, pero representa una gran oportunidad para los productores. Es una manera de diversificar el porfolio, una solución para recuperar parte del mercado que ha perdido interés en el vino tradicional. Hoy en día, muchas personas buscan productos más equilibrados, más saludables, alineados con su estilo de vida: bienestar, deporte, alimentación consciente.
-¿Hay mercados más abiertos para este tipo de vinos?
-Sí, sobre todo en Alemania y el norte de Europa, donde hace años que se consumen vinos desalcoholizados. También en Estados Unidos, donde hay una cultura muy fuerte del fitness y el wellness. La gente quiere productos que ofrezcan la misma “poesía” del vino, pero que sea saludable, sin alcohol. Las proyecciones indican que en los próximos 10 años este mercado va a crecer de manera importante. Es una tendencia similar a lo que ocurrió con los vinos orgánicos o biodinámicos. Es un producto diferente, hay que diversificar.
-¿Cómo se mantiene el espíritu del vino sin el alcohol?
Se trata de mantener la calidad del producto, la magia del vino, incluso sin el alcohol. Un vino lleva más de un año en producirse, y eso le da un valor emocional. Si ese espíritu puede conservarse, entonces el producto desalcoholizado también tiene valor.
«El vino sin alcohol es algo nuevo, pero representa una oportunidad para los productores».
-¿Percibís resistencia en países productores más tradicionales, como Argentina o Chile?
-Más que resistencia, hay desconocimiento. Es algo nuevo y hay que acostumbrarse, entenderlo y ver las oportunidades económicas que ofrece. Yo soy enóloga, y claro que prefiero un vino con alcohol, pero si un día no quiero beber mucho y tengo la opción de un buen vino sin alcohol, lo disfruto igual.
-Aquí en Argentina se comenta que el vino sin alcohol pierde mucha calidad. ¿Cuál es tu opinión?
-Es cierto que hasta ahora no ha habido productos de gran calidad en este segmento. Por eso, en Omnia nos enfocamos en desarrollar una tecnología que permita conservar las características varietales del vino original. Si el vino no tiene calidad, la gente no lo va a elegir. Nadie quiere un vino que «sepa a cocido». Para eso, mejor tomar una Coca-Cola.
-Mencionaste que también se puede aplicar esta tecnología a los espumantes. ¿Qué variedades se adaptan mejor a la desalcoholización?
-Las variedades aromáticas, como el Sauvignon Blanc o el Cabernet, funcionan muy bien. Conservan sus características incluso después del proceso. El resultado es un producto con aroma, identidad y, en el caso de los espumantes, burbujas que se mantienen gracias a procesos bien diseñados.
En Hilton Mendoza. Rebbeca Bodon expuso ante un auditorio colmado de enólogos y técnicos de la industria.
-¿Qué tecnologías existen para la desalcoholización de vinos?
-Hay varias, según las necesidades del productor. Algunas permiten una desalcoholización parcial o total mediante sistemas de membranas combinadas con columnas de destilación, trabajando a baja temperatura y baja presión para proteger los aromas del vino. También hay tecnologías con membranas hidrofóbicas para reducir el contenido alcohólico sin eliminarlo completamente. Lo importante es adaptar la solución a la necesidad del cliente, siempre buscando calidad.
-¿Es costoso acceder a estas tecnologías para una bodega?
-Puede serlo, sobre todo para pequeñas bodegas. Por eso creemos que es más interesante para prestadores de servicio, que pueden ofrecer esta tecnología a terceros. Hay muchas bodegas pequeñas interesadas en este mercado pero sin la capacidad de inversión necesaria. El modelo de servicio compartido puede ser muy útil en este contexto.
«El vino sin alcohol es algo nuevo, hay que acostumbrarse, entenderlo y ver las oportunidades».
Omnia es líder en esta tecnología y en Argentina están representados por Della Toffola…
-Sí, llevamos muchos años de experiencia, lo que nos permite no solo ofrecer la tecnología, sino también asesorar al cliente sobre cuál es la mejor solución según su caso. Italia ha estado históricamente a la vanguardia en innovación tecnológica, y eso también se refleja en nuestro trabajo.
—Rebecca, muchísimas gracias por tu tiempo y tus aportes.
Un placer charlar con ustedes. Gracias por el interés.