Renaud Balaguer es un joven enólogo que combina lo mejor de las tradiciones vitícolas francesa y argentina en su proyecto Le Mal du Bec. Originario de Narbona, Francia, visitó Mendoza por un intercambio y decidió quedarse ya hace más de una década.
Nacido y criado entre viñas, Renaud Balaguer llegó de la mano de una cooperativa francesa y desde entonces decidió radicarse en la provincia. Con su singular proyecto franco-argentino, fundado en 2020, produce vinos en Mendoza que se distribuyen por Europa y América del Sur.
Enfocado en elaborar vinos que expresen toda la generosidad varietal y del terroir, Balaguer busca permanentemente acercarlos a un concepto más gastronómico. «Buscamos vinos hechos para el consumo junto a la comida», asegura en esta charla exclusiva junto a El Descorche Diario.
-¿Por qué te mudaste a la Argentina y cuántos años hace que vivís en Mendoza?
Llegué a Mendoza por un convenio que tenía una cooperativa vitivinícola francesa con Fecovita. Era la época del auge del bag in box, en el año 2012, hace trece años, y desde entonces estoy trabajando en la Argentina. Después de trabajar en Diamandes y en Hacienda del Plata, decidí comenzar con mi proyecto personal.
-¿Qué te llevó a trabajar en el mundo del vino?
-Lo que me impulsó a trabajar en el mundo del vino fue el hecho de haber crecido en medio de las viñas. Concretamente, en un pueblito rodeado de vides, y lo más común en ese momento era ir ayudando, aunque era muy chico. En Francia la distribución de la tierra es muy distinta de la argentina. Allá cada habitante del pueblo tiene una parcela de viña y, generalmente, lo que produce lo lleva a una cooperativa. Todo se hace en una estructura intrafamiliar. Es por eso que nosotros íbamos a cosechar, a podar, a sacar las hojas verdes para darle más iluminación a la uva, todos esos trabajos que uno puede hacer desde pequeño.
«Mal du bec» significa mal del pico.
-¿Qué similitudes y diferencias encontrás entre los vinos argentinos y los franceses?
-Una de las similitudes puede ser que hoy se buscan, cada vez más, vinos sin aporte de madera, en cuanto a la elaboración. Después, una gran diferencia es la generosidad de los vinos argentinos. Más fruta, más acidez, más alcohol…es un reflejo de una cultura más generosa. Francia, en ese sentido, tiene un estilo más sutil, tímido.
«Creo que la tendencia a dejar la madera es parte de un cambio cíclico».
-Sí se encuentran todas estas cosas pero en un grado menor. Por ejemplo, en el Torrontés hay una explosión de fruta, en el malbec también. Todos estos varietales que se elaboran en la Argentina no se pueden comparar con el Syrah de Francia, el Merlot, el Cabernet Sauvignon, que son un poco más sutiles. Sí son finos, con características muy interesantes, pero son incomparables con el carácter y el estilo de los vinos argentinos.
-Contanos un poco sobre tu proyecto Le Mal du Bec…
–«Mal du bec» significa mal del pico. Este era el nombre oficial del malbec antes de que Sarmiento lo trajera a la Argentina a través de Pouget, quien fundó la primera Quinta de Agronomía. Nosotros quisimos recuperar ese nombre que estaba un poco perdido. En Francia el Malbec se llamaba mal del pico porque no daba un buen resultado ya que no tenía sol, ni altura, ni intensidad.
«No es lo mismo un Malbec de Cahors que un Malbec de la Argentina, sin lugar a dudas».
Era un cepaje muy apagado. Incluso ahora, en la actualidad, aunque se ha mejorado mucho, no es lo mismo un Malbec de Cahors que un Malbec de la Argentina, sin lugar a dudas. Entonces elegimos ese nombre, ‘bec’ significa pico, y es el pico del gallo, que es el emblema de Francia. Por esto pusimos los colores de la bandera de Francia en nuestras etiquetas. El Cabernet Sauvignon, el Malbec y el Syrah, las tres juntas componen la bandera de Francia.
Renaud se enfoca en la búsqueda del terroir a través de sus vinos.
-¿Cómo combinás tu bagaje cultural francés con las tradiciones argentinas en tus vinos?
-Quisimos hacer un vino apoyándonos en la generosidad de los varietales y del terroir, pero acercarlo a algo más gastronómico, más gourmet. Incluso ese es el cliente que nosotros buscamos, el de esa larga tradición francesa de vinos hechos para el consumo junto a la comida, pero generosos en aromas, con intensidad.
–¿Cuáles son los principales desafíos de vinificar en la Argentina?
-Fuera del granizo, que es más fuerte que en Francia, el clima de Mendoza permite que no haya mucho cambio de una temporada a la otra, por eso las añadas no son tan relevantes como allá. La cantidad de lluvia que cae de un año a otro es relativamente similar. En el pasado había dificultades con los insumos para la elaboración y el acceso a la tecnología del vino. Traer máquinas que permitieran hacer buenos blancos y los métodos de enfriamiento, como el hielo seco, antes no existían. Hoy por hoy no hay grandes desafíos en la actualidad en comparación con el pasado. Sí los costos de los materiales importados son, evidentemente, mayores.
Renaud Balaguer, de Narbona a Mendoza.
-¿Qué lugar ocupa el Malbec argentino en el mercado y la gastronomía franceses?
-El Malbec tiene una posición muy buena en la cocina internacional de Francia. Después de los vinos europeos, españoles, italianos y franceses, el vino argentino es el más conocido. En Europa, no así en Estados Unidos, está un paso más adelante que Chile. Aunque allí tienen una concepción de que el vino argentino es un vino con mucha madera, esa opinión está cambiando gradualmente.
¿Qué percepción tenés de la industria del vino en el mercado global y cuáles creés que son los nuevos retos y cambios futuros?
Tengo una opinión bastante conservadora. El uso de latas, los vinos azules de España, vinos con poco grado alcohólico, y de botellas más ecológicas, creo que no tienen mucho futuro. El vino, al ser ancestral, no está vinculado al cambio como otras bebidas. Existe el vino desde que existe el mundo y creo que va a seguir teniendo el corcho aglomerado, botellas verdes de 750 ml que pueden variar en tamaño, pero el packaging no creo que vaya a cambiar. Sí es posible que vaya bajando un poco el grado alcohólico por el nuevo público conformado por jóvenes con otras preferencias.
«El uso de latas y vinos con poco grado alcohólico creo que no tienen mucho futuro».
Creo que la tendencia a dejar la madera es parte de un cambio cíclico, grandes cambios no va a haber. El vino va a seguir siendo tinto, va a seguir siendo una expresión de terruño, del varietal en sí. Más cepajes de lo que hay no se van a inventar, sólo algunas variaciones mínimas.
*Agustina Juri. Sommelier (EAS). Dra. en Filosofía (UNCuyo). Especial desde Francia para El Descorche Diario.