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  • Entrevista
  • 25 septiembre, 2019

Sebastián Zuccardi: “Nunca hicimos vino para responder a un estudio de mercado”

Representante de una nueva generación de «hacedores», el hijo mayor de la tercera generación de la familia Zuccardi nos cuenta su forma de entender el vino. Nos habla del paisaje, del productor y de la importancia de la añada. Sus recuerdos del viñedo de Santa Rosa y su interés en profundizar el conocimiento de sus propios vinos.

El 2019 no es un año más para la familia Zuccardi. Si bien nos tienen acostumbrados a sorprendernos con algún nuevo proyecto, este año se cumplen dos décadas de Zuccardi Q. Nada menos que el primer vino que lleva el apellido de la familia en la etiqueta y el que les “permitió soñar con que podían crear niveles mucho más altos de calidad”.

La idea de colocar el apellido en la etiqueta, según cuenta el mismo José Alberto Zuccardi, fue de un amigo de la familia, nada menos que el recordado y pionero periodista de vinos, Miguel Brascó.

A partir de allí, la evolución en los vinos parece no tener fin desde que se estampó la “Q” de Quality (calidad en inglés) en esa primera etiqueta que se lanzó en 1999, con el apellido de la que es hoy, una de las familias y bodegas más prestigiosas de Argentina.

Artífice de ello y parte de esta historia es Sebastián Zuccardi, uno de los hacedores de la nueva generación, que viene marcando tendencias y un camino sin retorno para el vino argentino.

De Santa Rosa al Paraje Altamira, en el Valle de Uco, la línea Q está de cumpleaños y Zuccardi lo festeja a lo grande en diferentes ciudades del país. El Descorche Diario fue parte de esta celebración en Mendoza y tuvo un mano a mano con Seba Zuccardi.

-¿Qué tiene que transmitir un vino? ¿Qué nos expresa Zuccardi Q?

-Cada vino tiene que contarnos tres historias y eso es lo que lo hace singular. La historia del lugar, que es la del paisaje (y que debemos darle mucha importancia), el clima y el suelo.

Por otro lado, la historia del productor, quien hace el vino y lo que está viviendo en ese momento. La interpretación que pueda hacer en esa circunstancia da como resultado un determinado vino. Si le doy el mismo lugar a tres productores diferentes, seguramente tendré tres vinos completamente distintos, e inclusive si le doy el mismo lugar a un productor durante toda su vida, los vinos serán diferentes porque también cambia la cosmovisión de la persona.

Seba Zuccardi, protagonista del vino argentino.

-De lo tercero que nos tiene que hablar un vino es del año. Las añadas también cambian el vino y en el tiempo tienden a separarse. Considero que con Q es lo que ha sucedido. Al final cuenta toda nuestra historia. Porque la familia se ha ido mudando de zonas de alturas menores a mayores, como en el Valle de Uco. Pero también ha estado la expresión de lo que la familia fue entendiendo en el momento de hacer los vinos. Yo también como productor estoy vivo y he cambiado y evolucionado.

-Sumado a eso se le agrega el año y ahí se obtienen vinos totalmente diferentes. Para mí  ese es el futuro. Por ejemplo, en Borgoña uno no compra el vino solo por el lugar. También lo hace por el productor. Resumiendo, siempre la compra de un vino es una tabla de tres entradas: productor y lugar; lugar – productor y el año en el que fue elaborado.

-¿Cuál es el secreto de la bodega con respecto a la calidad?

-Lo que nunca se negoció en la familia fue el tratar de hacer las cosas bien. Esa es la concepción que tuvimos en cada momento. No nos olvidemos de que el vino es algo subjetivo. Es una experiencia. Al tomar un vino de Toscana no estoy solo tomando el vino. Estoy bebiendo la cultura del lugar, el Renacimiento y la comida de la región. Es decir, estoy recibiendo  mucha información detrás de cada botella.

Por eso, Argentina tiene tantas posibilidades. Porque tenemos mucho para contar en cada vino: los paisajes, la comida, la carne, el tango, el fútbol. Tenemos tanto para contar de nuestro país, que hace que todos los vinos que hagamos tengan mucha identidad.

Seba, en la bodega ubicada en el Paraje Altamira.

-Lo que tengo que destacar de mi familia, y yo he empujado para que eso suceda, es que no hemos tratado de agradar a nadie. Hicimos un camino basado en lo que veíamos y creíamos que era lo mejor en cada momento, pero nunca hicimos vino para responder a un estudio de mercado.

-Comenzaste muy joven a involucrarte en la bodega y hoy están celebrando los 20 años de una etiqueta muy especial para la familia. ¿Cuál es tu primer recuerdo de Q?

-¡Qué linda pregunta! Mi primer recuerdo de este vino es un palo con la letra Q en el viñedo, cuando empezamos a trabajar el proyecto en 1996. El primero en salir fue el Tempranillo de 1997, variedad que aún hoy sigue saliendo. Recuerdo que marcamos la mejor zona del viñedo para hacer esta línea y marcamos con aerosol la letra. Ese palo me indicaba que ese lugar era diferente a los otros, en Santa Rosa.

-La bodega ha cambiado y evolucionado mucho en estos años. ¿De dónde provienen hoy las uvas para elaborar la línea Q?

-Vamos cambiando la línea, pero el Tempranillo Q es el único que quedó, fuera de la zona del Valle de Uco. Hay una cuestión muy especial con ese viñedo -que ya son “árboles”-  y es que lo plantó mi abuelo. La verdad que hemos intentado en Valle de Uco pero no logramos hacer algo mejor que ese viñedo.

«No hemos tratado de agradar a nadie».

-Entonces, ese viñedo tiene sentido desde la historia y de la calidad de lo que nos da. Con los demás hemos ido escalando y yéndonos al Valle de Uco. La línea se completa con Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay y ahora sumamos el Cabernet Franc.

Padre e hijo, apasionados por el vino.

-¿Cómo ves la evolución de una etiqueta que ya transitó 20 años? ¿Cuál es el futuro de esta línea?

-Creo que el vino tiene que tener una mirada más allá de la moda, de los cambios. Debe tener una mirada a largo plazo. En el caso de Q, ¿por qué no 20 años más? Seguramente cambiará o tal vez menos de lo que mudó hasta ahora, porque con el gran ajuste que hemos hecho, quizás empiece a cambiar filosóficamente, en detalles.

-Es importante destacar que cuando uno es capaz de mejorar por encima de la añada, no importa ya la cosecha, el vino tiene que ser cada vez mejor. En un cierto nivel es importante que los vinos expresen cada año y que sean distintos. Q tiene que ser un vino fiel a la añada. Tiene que contarnos esa historia: la del lugar, la cosmovisión de la familia en ese momento y el año en el que fue hecho.

-Si tuvieras que hablarle a un consumidor que va tomar contacto por primera vez con un Zuccardi Q. ¿Cómo le contás esta historia?

-Primero, me considero un tomador de vino antes que un hacedor. Cuando abro una botella espero que me pasen dos cosas. La primera, es que el vino me cuente una historia. Y precisamente Q te cuenta la historia de una familia que lleva mucho tiempo viviendo, creyendo y haciendo vinos en Mendoza; te cuenta la historia de la variedad y del lugar exacto de donde viene el viñedo.

-Después, quiero que la botella me dé placer y Q tiene ese equilibrio. Busca ser un vino que ofrece complejidad pero también frescor y ganas de beber.

«Cuando abro una botella espero que el vino me cuente una historia».

-Lo tercero que me sucede cuando llevo una botella de vino a casa, es que quiero que maride bien con las comidas. Entonces, en Q van a encontrar equilibrio y balance, por no tener sobre-extracción ni sobre maderización. Sí en cambio, existe una búsqueda de los vinos que se van a guardar bien y que tienen equilibrio. Es un vino para comer. Entonces, la historia, el placer y acompañar una comida son las tres cosas que para mí es lo que Q le tiene que brindar al consumidor.

-¿En qué proyecto estás concentrado actualmente? 

-Estoy en un momento en que no quiero hacer muchos más vinos de los que hago. Quiero concentrarme más en que los vinos tengan profundidad. Es un problema hoy eso de ¿y qué viene nuevo? Hoy todo lo nuevo es profundizar sobre el conocimiento y lo que tenemos. Entrar en eso es un circuito muy de moda, donde todo dura nada y es muy efímero. Y el vino es lo opuesto a eso. Hoy no quiero hacer miles de cosas, quiero hacer cosas más chicas y más profundas.

«Quiero concentrarme más en que los vinos tengan profundidad».

-Durante la celebración de estos 20 años de Q destacaron el trabajo realizado por todo el equipo, particularmente por Rubén Ruffo, enólogo de Santa Julia y también del agrónomo Edgardo Cónsoli. ¿Cómo se ensambla este trabajo con el resto del equipo?

-El equipo entiende lo que estamos haciendo y hay un gran cariño por la familia. Tenemos conciencia del trabajo en equipo. Rubén (Ruffo), por ejemplo empezó con Q y hace actualmente Santa Julia. Lleva más de 30 años trabajando junto a la familia. Él ha entendido y ha evolucionado junto con nosotros. Por otro lado, tenemos un grupo de gente joven que hace mucho que trabaja conmigo. Entonces, hay un equipo de gente antigua que comenzó con mi papá y aún sigue; y gente muy joven que se formó con la empresa. Pienso que hay un estilo, una identidad Zuccardi. Y la gente que está con nosotros la comparte y cuando eso sucede, trabajamos juntos mucho tiempo.

-Teniendo en cuenta el trabajo de los viñedos de la familia, ¿cómo analizás esa curva que va desde Santa Rosa hasta Altamira? ¿Cómo es ese camino y que en ambos casos tienen vigencia en Zuccardi?

-Hay algo que nos une y es que hacemos vinos de montaña. En algunos casos como Altamira, estamos más cerca, y en otros, como Santa Rosa un poco más alejado. Pero no dejan de ser vinos de montaña. Lo primero que nos da identidad es lo que genera nuestro desierto y es la Cordillera de los Andes, lo que genera la altura y luminosidad es la montaña, como así también el agua con la que regamos, que surge del deshielo. Y los suelos, son suelos de cordillera.

«Hoy todo lo nuevo es profundizar sobre el conocimiento y lo que tenemos».

-A pesar de que parecen dos mundos muy diferentes, hay una matriz que nos une que es la Cordillera de los Andes como origen y como identidad de todo lo que hacemos. Y después, por supuesto hemos cambiado y evolucionado. Ha sufrido un camino, pero cada uno y en cada finca, ha encontrado su objetivo, su sentido, su lugar, su ser y su sentido. Al final, lo que une esos dos lugares somos nosotros como personas, que no consideramos uno mejor o peor que otro. Pensamos que cada lugar puede darnos algo diferente.

 

 

*Periodista de vinos. Director de El Descorche Diario.
Corrección y edición: Andrea Ábalos / El Descorche Diario.
Fotos: Gentileza Familia Zuccardi.