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Desde el sur de Francia, el mendocino Lucas Giménez explica cómo es trabajar en ambos lados del planeta.
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  • 22 junio, 2025

Lucas Giménez, el enólogo mendocino que interpreta el terroir en vinos franceses y argentinos

Desde Château La Coste, en la Provenza, Lucas Giménez comparte su experiencia como director enológico de La Coste de los Andes y miembro del equipo técnico de una de las bodegas más innovadoras de Francia. Con una mirada centrada en la expresión del lugar, el respeto por la biodiversidad y una enología de mínima intervención, el mendocino revela cómo se construyen puentes entre dos mundos vitivinícolas para crear vinos con identidad.

Desde Château La Coste, en el corazón de la cálida Provenza francesa, rodeado de viñas, olivos, amapolas y lavandas, Lucas Giménez conversó con El Descorche Diario sobre su trabajo como director enológico de La Coste de los Andes, en Mendoza, y su participación activa en los vinos de la bodega hermana en Francia.

Esta entrevista surgió durante su visita al sur de Francia, donde presentó las nuevas etiquetas argentinas y colaboró en la definición de los cortes de las próximas añadas francesas.

Château La Coste no es una bodega tradicional. Fundada en 2002, combina arte, gastronomía y enología: produce 1,2 millones de botellas al año —en su mayoría rosé orgánicos y biodinámicos— y cuenta con dos hoteles, cinco galerías de arte y seis restaurantes, entre ellos el de Hélène Darroze (una estrella Michelin) y L’Argentin de Francis Mallmann.

La Coste de los Andes, su contraparte mendocina fundada en 2008, está ubicada en Los Chacayes, en el corazón del Valle de Uco. Sus viñedos orgánicos se extienden entre los 1.300 y 1.500 metros de altura, en suelos aluvionales. Allí se elaboran vinos en huevos de concreto, piletas, tanques de acero inoxidable y barricas de roble.

—Contanos un poco sobre tu formación y trayectoria como enólogo.

-Estudié en Don Bosco, en la Facultad de Enología. Vengo de una familia vitivinícola con viñedos y bodegas en la zona Este: Maipú, San Martín, Junín y Guaymallén. Siempre estuve vinculado a la actividad desde chico. Trabajé en Napa Valley (Estados Unidos) y también hice una vendimia en Burdeos. Desde muy joven estuve conectado con Château La Coste, desde Mendoza. Participé de la vendimia 2014 en Francia, y desde 2018 formo parte del equipo enológico del château, además de dirigir el proyecto enológico integral de La Coste de los Andes en la Argentina.

—¿Cómo fueron tus inicios en La Coste de los Andes?

-Conocí a Paddy (Patrick MacKillen) siendo su guía de pesca cuando era estudiante. Esa forma tan inesperada de conocernos marcó el vínculo desde el inicio. Años después, él compró un viñedo en Los Chacayes, luego de no poder cultivar en su terreno en Gualtallary por falta de derechos hídricos. Así empezamos a trabajar juntos. Ya en 2020, con la aprobación del pozo en Gualtallary y en plena pandemia, tomamos decisiones clave sobre la plantación y el diseño del nuevo viñedo, todo a la distancia pero en contacto constante.

Lucas visita Chateau La Coste al menos cuatro veces al año para participar de la vinificación de las añadas francesas.

—¿Cómo es la dinámica de trabajo con Ramón Giménez y el equipo en Château La Coste?

-Es un equipo extraordinario, comprometido con la búsqueda de excelencia. Ambos proyectos —en Francia y Argentina— funcionan como una gran familia. Ningún vino lo hace una sola persona: se trata de un trabajo colectivo con un objetivo común, que es la calidad y la expresión del terroir. Viajo cuatro veces al año, para acompañar cosechas y definir cortes clave. Hay una comunicación fluida y permanente.

—¿Cuál es la idea rectora en la vinificación, tanto en Francia como en Argentina, más allá de las diferencias regionales?

-En ambos proyectos buscamos lo mismo: lograr una expresión auténtica del lugar. Nuestra enología parte de la premisa de que el vino debe hablar del viñedo donde nace, sin demasiada intervención ni maquillaje. Trabajamos muy cerca de la viña porque estamos convencidos de que allí está la clave de la calidad, y todo el tiempo estamos intentando que los vinos cuenten una historia de origen.
En Argentina tenemos más libertad, ya que no existen las Apelaciones de Origen Protegidas como en Francia. Pero esas restricciones en Francia no son arbitrarias: son el resultado de años de experiencia y validación, y ayudan a definir estilos que funcionaron a lo largo del tiempo.

Viñas orgánicas y biodinámicas en suelos argilo-calcáreos y volcánicos.

-También en ambos países trabajamos con viticultura orgánica, que está en línea con nuestra filosofía de reflejar el entorno. Porque un vino no se construye solo desde el suelo, sino desde la interacción entre el clima, la flora, la fauna. Si usamos un herbicida, por ejemplo, podemos lograr un vino correcto, pero difícilmente será un vino con identidad, que exprese su lugar.

—¿Cómo entendés el origen y la tradición de las Apelaciones de Origen Protegidas, tan comunes en Francia?

-Están profundamente vinculadas con la historia y el desarrollo del lugar. Son el resultado de un proceso largo de investigación y conocimiento acumulado. En Francia, con el tiempo, se descubrió con precisión qué variedades se expresan mejor en cada región, y las Apelaciones vinieron a ordenar eso. Por ejemplo, en Provence se cultivan Garnacha, Cinsault y Mourvèdre; en Bourgogne, Pinot Noir y Chardonnay; y en Burdeos, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot.

Garnacha y Rolle son las variedades típicas provenzales.

-A diferencia de eso, en Argentina todavía estamos en una etapa más experimental, especialmente en zonas como Los Chacayes o Gualtallary, que pudieron desarrollarse recién con la llegada del riego presurizado. De todos modos, en Francia siempre existe la opción de trabajar fuera de las Apelaciones, pero pertenecer a una de ellas da garantía, prestigio y reconocimiento, sobre todo frente a un público especializado que ya las conoce y las valora.

«Ningún vino lo hace una sola persona: se trata de un trabajo colectivo con un objetivo común, que es la calidad y la expresión del terroir».

-En este sentido, me gustaría que en Argentina logremos hablar más de regiones que de marcas o bodegas. Muchas veces se habla de la vitivinicultura mendocina desde una marca, y no desde un lugar, como sí sucede en Francia, donde se habla de Champagne o del Loira. En Mendoza estamos avanzando mucho con las Indicaciones Geográficas, y eso es clave. Porque una región vitivinícola no la posiciona una sola bodega o una sola persona, sino un conjunto de actores que trabajan con un objetivo común.

Los vinos argentinos de La Coste de los Andes en el tienda de vinos de Chateau La Coste.

—¿Qué posición tienen los vinos de La Coste de los Andes en el mercado mundial?

-Tenemos buena presencia en Europa —especialmente en los países nórdicos, Francia y España—, también en Perú, Brasil, Canadá y Japón. Tenemos un portfolio amplio que se adapta a distintos mercados. Pero lo más destacable es que nuestro principal consumidor está en Argentina, sobre todo en las líneas de alta gama, tanto La Coste de los Andes como Máximas.

—¿Cómo ves las tendencias actuales y el futuro del vino?

-Cuando diseño un vino pienso si, dentro de cinco años, va a conectar con los consumidores del futuro. Hoy el vino no puede alejarse de la gastronomía, que también cambió: es más ligera, más simple. Incluso cambió el contexto del consumo, el tiempo en mesa. Por eso, a la hora de crear un vino, pienso más allá del maridaje: pienso en frescura, en vinos de menor graduación alcohólica, con mayor acidez natural, en variedades más ligeras y estilos que prioricen la fluidez. No buscamos concentración excesiva. Y los lugares donde tenemos nuestros viñedos son ideales para lograrlo.

Portal de entrada a Chateau La Coste y, detrás de los viñedos, la moderna bodega diseñada por Jean Nouvel.

Pavilion de Musique de Frank Gehry.

«Hoy el vino no puede alejarse de la gastronomía, que también cambió: es más ligera, más simple».

Obra ‘Wish Trees’ de Yoko Ono.

La emblemática Araña de Louise Bourgeois junto al centro de arte Tadao Ando, que nuclea 5 galerías y 46 obras permanentes de arte contemporáneo.

*Agustina JuriSommelier (EAS). Dra. en Filosofía (UNCuyo). Especial desde Francia para El Descorche Diario.